CAPITULO II
Otro día de trabajo, de la diaria y aburrida rutina, sin embargo hoy tenía nuevos ánimos y estos debían al hecho de encontrarme nuevamente con la mujer del otro día. Había pasado unos dos o tres días desde que le pedí fuego y yo sin querer quererlo me preocupaba mucho más de un apariencia personal. Es más, uno de esos días me había comprado una nueva chaqueta y un perfume: producto del que yo siempre había prescindido ya que pensaba que el desodorante en aerosol tenía suficiente aroma.
El asunto que cuando uno esta bien, la gente lo percibe y al parecer las mujeres son mucho más perceptivas. Fue así cuando al sentarme en mi escritorio entró la Xime con su cuerpo de modelo argentina y se sentó en frente de mí cruzando sus piernas y mirándome fijamente a los ojos, tal como Sharon Stone en “Bajos Instintos”. Ambos habíamos llegado bastante temprano (cosa muy rara en mi) y creo que después de un año trabajando juntos, era la primera vez que estabamos sólo.
- Marco, ¿Cómo te fue con el dibujo de la planta del estacionamiento del mall? - ella preguntó moviendo sensualmente sus labios mientras yo comenzaba a sentir el mismo nerviosismo que había experimentado con la mujer de ojos verdes que le había pedido fuego.
- Chucha...¿qué? MmMMmM, disculpa! - balbuceé torpemente – Ah!! lo siento, estaba desconcertado... Bastante bien, esta tarde tendré que trabajar hasta tarde ya que le prometí a Claudio que lo iba a tener para mañana - le contesté ahora seguro y agregue - Oye... con respecto a la discusión de la otra vez en la sala de las impresoras, quiero que sepas que pueden confiar en mi.
- Muchas gracias Marco, sabía que eras un hombre cabal - me sonrió y se dio vuelta para seguir trabajando.
¿Qué me estaba pasando?, mi compañera jactanciosa de la alta alcurnia me estaba considerando un hombre cabal ¿Acaso su prepotencia e insensibilidad (propia de su clase social) se estaba movilizando para dejar espacio a la amabilidad? No quise pesar más en eso y comencé a dibujar como loco sin perder ni un segundo.
Para concentrarme aun más me puse los audífonos y elegí uno de esos interminables discos de Velvet Underground o de Luo Reed, esa música quizás era algo deprimente pero sí me hacia descansar el cerebro y hacía que el “mouse” se movilizara más ligeramente y me ponía mucho menos tolerantes a los errores. Cuando ya terminaba el día puse unos mp3s de Fiskales Ad-Hok que iban a dar la energía para poder terminar mis dibujos.
Ese día no salí a almorzar y había estado casi 6 horas seguidas mirando la pantalla del computador. Debido a que mis compañeros nunca me hablaban no los eché de menos y ni siquiera podría decir si fueron a trabajar J.L., Richard o Lalo; pero de la Xime podría haber descrito hasta como estaba vestida siendo que sólo la vi por unos segundos.
Muerto de hambre, intenté salir de la oficina a comprarme un sándwich al negocio de la esquina, ya era suficientemente tarde para salir a almorzar. En ese momento aparece Claudio muy enojado y gritándome me dice que vaya a la oficina. Claudio jamás me gritaba y hoy día me estaba tratando como trataba a diario a mis otros compañeros de trabajo.
- Algún problema Claudio? - Dije con un tono de enojo y molestia.
- Mira, acabo de echar a José Luis Álvarez, no te voy a dar detalles pero quiero que tú termines la pega de él. Deberás quedarte a trabajar hasta que termine, te daré las indicaciones en unan hora más. A propósito ¿dónde ibas?
- Hoy no he almorzado y quiero ir a comprar algo para comer
- Ve y vuelve ya que estamos en un “incendio”.
Salí de la oficina muy ofuscado ya que me había sacrificado todo el día para salir temprano y casi al final del día me cargaban con un trabajo que no sabía que dimensiones tendría. El despido de J.L. Álvarez no me conmovió en los más mínimo quizás por la ofuscación natural y el egotismo que tenía en el momento.
El almacén de la esquina era un verdadero minisupermercado que tenía de todo, desde botellas de licor exclusivo hasta comidas preparadas, además de abarrotes, artículos de limpiezas, revistas y uno que otro estreno de DVD. Pedí un sándwich de pollo con pimentón en pan integral, un paquete de galletas rellenas con chocolate y una botella grande de jugo de durazno. Pagué y volví rápidamente a la oficina pensando en J.L., su despido y en qué iba a pasar.
Cuando entre en la oficina Richard y Lalo ya no estaban ya que habían pedido permiso para acompañar a J.L. a su casa. Ciertamente era una excusa porque iban a ir a tomar unos tragos para soportar la pena, Claudio había accedido a la petición de mis dos compañeros evidenciado otra vez algo de la escasa y escondida humanidad que tenía.
La oficina estaba vacía, sin embargo se escuchaba y susurro de llanto del baño, me acerqué a la puerta, golpeé y pregunté:
-¿Xime, estás allí? ¿Estás bien?
Se abrió la puerta y salió la Xime con los ojos inyectados en lágrimas. Le pregunté qué le pasaba, qué le había dado pena y me contestó que le había molestado la forma en desvincularon a J.L. pero estaba con rabia porque tenía que quedarse a trabajar toda la noche y que su hijo se iba a quedar con el papá de él y con la nueva pareja de este. En ese momento se apoyó en mi y comenzó a llorar diciéndome:
- Me va a quitar a mi hijo!!!... Dicen que soy mala madre porque no puedo estar con él, pero debo trabajar para poder pagar las cuentas y el colegio - y seguía llorando y sollozando - ¡¡qué voy a hacer!! Por la re chucha!!!!
- Cálmate mujer, mira salgamos a tomar un café - ella accedió
Nos tomamos un café en la terraza del edificio y nos fumamos un cigarro. Ella me contó que estaba muy presionada por lo de su hijo, que es lo que más quiere en la vida pero que el trabajo no le da la posibilidad de entregarle un tiempo de calidad y que más encima lo estaba tratando mal. Yo pensaba en ese momento: “esa es la misma mujer que hace algunos días me miraba con desprecio y ahora abre su corazón y comparte conmigo cosas privadas”.
Una vez en la oficina, Claudio se reunió con Ximena y conmigo y nos dio las pautas para terminar el trabajo que estaba haciendo J.L. (el despedido José Luis) y nos comentó, con un tono casi amenazante, que el trabajo debía entregarse sí o sí mañana por la mañana y que no quería excusas y que él se iba a quedar toda noche revisando aquellos dibujos que fuésemos entregando primero... hasta que termináramos con el último dibujo.
Ximena tenia un semblante horrible, su confesión anterior me hacia verla con una ternura inusitada. Yo un sujeto que jamás se había conmovido con nadie o nada y tan mezquino que nunca podría hacer algún sacrificio por alguna persona, tenia la naciente necesidad de darle consuelo a esta frágil y sufrida mujer.
- ¿Te sientes mejor? – le pregunté a la Xime una vez que Claudio nos dejó solos trabajando.
- Marquito... créeme que esta noche será muy difícil – me había dicho “Marquito”!!!, allí pensé que el mundo podría cambiar – voy a llamar a mi ex para pedirle que se lleve a Tomás, espero que mi hijo comprenda – y tomo el teléfono para llamar a su hijo.
- Aló, amor... si poh es la mamá que te quiere mucho...Tomás esta el papá cerca? Dile que quiero hablar con él... pucha amor parece que no vamos poder pintar el libro de colores, dame con el con papá.
Ha medida que ella hablaba sus ojos se ponían brillantes y su voz temblorosa, en ese momento se dio cuenta que la observaba y se dio vuelta hacia la pared para seguir conversando.
- Agustín ¿cómo es eso que tienes una cena? Pues llévalo contigo... Oye estoy trabajando, no estoy hueviando!!!... ¿Acaso no me crei? ... Escucha... Cállate... ¡No, no quiero que le lleves el Tomás con tú mamá!... Ya lo hemos hablado... Es mi hijo!!!... ¡Por favor!... Oye estoy trabajando, no estoy hueviando!!!... Entiende... No me cortes... Espérame allí... voy por mi hijo... agradezco el día que me separé de ti... egoísta... Espérame allí... ¿de quién es esa voz?... ¿Hay una mujer en mi casa?... ¡que mierda hace una mujer en mi casa!!!!!
Al cortar el teléfono abruptamente ella se giró y se dio cuenta que yo aún estaba allí y que había escuchado probablemente sus últimos gritos. Mas tarde supe que Ximena se había juntado con un médico de la alta sociedad santiaguina pero habían terminado separándose porque este nunca quiso casarse con ella aunque ella esperaba un hijo de él, al parecer ese rechazo había sido un duro golpe a las ilusiones de felicidad de la Xime. Además el nacimiento de su hijo fue justo cuando la familia de Ximena habían pasado por un descalabro económico que terminó con la mitad de su familia viviendo como ilegales en Estados Unidos y la otra mitad viviendo arruinados en Chile.
Antes de decir nada fui por un vaso de agua y se lo di a Xime mientras me sentaba al lado de ella.
- Relájate, estás tensa...
- Gracias – dijo ella conteniendo una especie de llanto de rabia reprimido
- ¿Sabes? – le dije – ve por tu hijo, yo puedo hacer el trabajo que dejó José Luis, debe ser fácil y no me complica.
En ese momento me di cuenta que un extraño poder demoniaco se había apoderado de mi mente y mi alma ¡¿qué cresta estaba haciendo?!
- No le digas a Claudio y vete, yo me arreglaré con él, además a él le interesa que los dibujos estén terminados.
- No lo puedo creer... – balbuceo ella en tono casi sarcástico.
- Ve mujer, pasa lo que queda del día con tu hijo y mañana aparece temprano que te necesitaré para corregir cualquier detalle.
- Marco, te pasaste – y agarrando su cartera se acercó hacia mi y me besó tiernamente en la mejilla y salió velozmente de la oficina si mirar para ningún lado.
Yo estaba lamentándome de la “cagadita” que me había mandado. Mi arrebato de generosidad me había metido en un grave problema: tenía que ser lo suficientemente eficiente para terminar un trabajo atrasado de un empleado despedido de mala manera y que, al parecer, era bastante “pega” ya que nuestro jefe lo había repartido entre los dos mejores elementos de la oficina, la Xime y yo.
Raramente me sentía súper bien que Ximena se hubiese podido ir. Extrañamente mi corazón estaba mucho más calmado y yo sentía un cierto grado de agradecimiento con la vida que me parecía de los más digno. Probablemente el hacer el bien (o tratar de hacerlo), a través de la generosidad, generaba un paz interior tan grande que quizás esa era la razón de que muchas religiones en el mundo tuvieran al sacrificio y la benevolencia como máximas.
En todo mi planteamiento filosófico y en mi intención de comprender la vida, desperté abruptamente cuando Claudio metió su cabeza a través de la puerta de la oficina gritando con un tono autoritario: “Los quiero a los dos en mi oficina, Ahora!!!”.
Al darse cuenta que estaba yo sólo trabajando y escuchando bastante fuerte unos temas de Bauhaus, terminó él de entrar a la oficina diciendo molesto:
- ¿Dónde esta Ximena?
- Claudio, necesito conversar contigo – dije casi rogando bajando la música.
- Marco, responde, ¿dónde esta Ximena? – y agarro su celular probablemente para llamarla y decirle que la necesitaba inmediatamente en la oficina.
- Claudio, por favor, antes de llamarla quiero hablar contigo
- Después!!! – y salió de la oficina ofuscado intentando llamar por teléfono, era seguro que la estaba llamando a ella y que no iba a ser una conversación amena.
Decidí seguirlo insistiéndole que me escuchara y debido a que él me hacia caso omiso, lo tome del brazo y arrugando mi frente con cara de iracundo le dije.
- ¡Tenemos que hablar! Ximena tuvo que ir a ver a su hijo, tenía un problema personal y yo cumpliré con sus tareas... Claudio, yo voy a hacer su trabajo.
- Vo’ soi hueón!!! – primera vez en estos años que Claudio me levantaba la voz y me trataba mal.
- ¿Quién mierda te ha dado la autoridad de decidir quien trabaja o quien no?
- Claudio, era una emergencia
- Aquí, quien decide qué es una emergencia y quien autoriza los que pueden ausentarse en momentos críticos como los de ahora soy yo, o el gerente del área si es que yo no estoy presente!!. Quiero que mañana a las 9:30 nos juntemos a revisar los planos y espero que no haya ningún error... si los hay, tú asumirás las consecuencias.
Las palabras de Claudio me habían asustado pero yo sabía que era su preferido y su mejor elemento y que él confiaba ciegamente en mi trabajo. Esa tarde puse unos mp3s de The Clash y me puse a dibujar como loco al ritmo de “The Magnificent Seven”. Esa noche no comí, no hablé por teléfono, no me conecté al messenger, no navegué por internet y sólo me concentré en mis dibujos, dibujos que parecían elaborarse solos ya que cometí muy pocos errores y el tiempo cundió como nunca. A las 6 de la mañana había terminado las elevaciones con cortes y las plantas de los dos pisos y con eso se podía entregar los planos para que Claudio y el arquitecto del proyecto (para el cual estabamos trabajando) los revisaran; caminé a mi casa, puse el reloj a las 9 de la mañana e intenté descansar un poco.
A las nueva de la mañana sonó el estridente despertador y , después de bañarme y vestirme, fui por un taxi para llegar pronto a la oficina. No me había afeitado y tenía bastante hambre, allí recordé que última comida había sido el sándwich de pollo que no lo pude digerir de la mejor manera y me di cuenta que me había afectado el despido de José Luis Álvarez y que me daba pena, que era un sujeto que tenía que alimentar a una familia y que aunque no era él lo más cordial conmigo, era un colega al que yo le debía respeto.
Cuando llegué a la oficina estaba Claudio Jara (mi jefe) con un sujeto de apellido alemán que era el arquitecto del cliente que iba a revisar los planos. Ambos me saludaron cordialmente y me pidieron las impresiones y que se las llevara a la oficina de Claudio. La oficina de Claudio era bastante grande pero sencilla y justo en el centro tenía una gran mesa y frente de esta un bastidor en el cual se proyectaban las imágenes de los planos a través de un proyector. Siempre mostrábamos a los clientes los trabajos con el proyector, era más sencillo y cómodo, no obstante este cliente quería ver el trabajo en papel.
Ambos comenzaron a revisar los planos sin decirme ninguna palabra y entre ellos apenas habían intercambio de un par de morisquetas ni menos de sonidos. Yo intenté hacer algún comentario pero fui reprimido inmediatamente. Fue allí cuando me di cuenta que Claudio no había hecho una inspección preliminar, entregándome toda la confianza de que yo no había cometido errores.
Una vez terminada la revisión, el arquitecto del cliente le dijo a Claudio que habíamos hecho un excelente trabajo y que le hiciera llegar a través de un mensajero un CD con los planos digitalizados más 3 copias impresas de cada uno de los planos a más tardar pasado mañana, se estrecharon la mano y Claudio acompañó al arquitecto hasta la puerta de la entrada del edificio.
Yo me fui a puesto de trabajo con la satisfacción y la alegría de haber cumplido y que mi esfuerzo no había sido en vano cuando me encontré de frente con Ximena que venía recién llegando a las oficina, era ya las 10:30 de la mañana.
- ¿Todo bien? – la salude de beso en la mejilla con una actitud avasalladora y segura.
- Hola, si todo esta bien, muchas gracias nuevamente – me dijo ella con renovada humildad - ¿estás cansado?
- Un poco, lo importante es que el cliente se fue contento y Claudio esta relajado
Fui por una tasa de café y me di cuenta que Xime se había acercado a Lalo y a Richard para conversar sobre el despido del José Luis, no obstante no quise acercarme para no molestarlos y, dicho sea de paso, evitarme alguna de las típicas malas palabras que estaba acostumbrado a recibir de ellos.
Mientras me tomaba un café los observaba a ellos cuatro a distancia y me di cuenta que Ximena era una mujer demasiado hermosa y no puede evitar recordarla llorando como el día de ayer: tan tierna, tan delicada, tan desprotegida...
Había pasado una hora después de que el arquitecto se había retirado y yo luchaba por no quedarme dormido en mi estación de trabajo cuando Ximena me dijo que venía de conversar con Claudio y este le había dicho que yo me acercara a su oficina. Con mucha seguridad, entre en la oficina de Claudio para recibir unas merecidas felicitaciones por mi buen trabajo y mi gran esfuerzo de la noche anterior:
- Siéntate – me dijo Claudio muy serio.- ¿hasta qué hora trabajaste ayer?
- Bueno, hasta las seis y media de la mañana – dije con un humilde orgullo.
- Marco, quiero dejarte en claro, dos cosas: primero debo reconocer que tu eres un buen elemento, que eres eficiente y que tu trabajo tiene calidad; lo segundo, que la atribución que te tomaste ayer fue absolutamente innecesaria y torpe, y no sólo superaste mi autoridad sino que estableciste un precedente que me puede traer muchos problemas y no estoy dispuesto a asumir ese riesgo.
- Pero Claudio, la Xime tenia un problema, es mi deber como colega y compañero de trabajo el ayudarla.
- Mira, no me vengas a mi con esas. Si Ximena tenía un problema ella debió acercarse a mi y no actuar tras mis espaldas.
- Perdóname Claudio, tú no has sido el jefe con al mejor voluntad que he conocido, es natural que todos eviten informarte ese tipo de cosas... – con esa demostración de valentía me había dado cuenta que no sólo estaba enfrentado a Claudio sino que no lo estaba cuestionando torpemente.
- ¿Me estás cuestionando? ¿Estas cuestionando mi liderazgo y mi autoridad? Yo sé perfectamente que es bueno para que este equipo cumpla sus objetivos, lo que tu hiciste no lo puedo tolerar. Marco te tengo que informar que desde ahora te encuentras desvinculado de la empresa, la decisión es unilateral, te vamos a pegar estrictamente como la ley lo dice.
En ese momento se me helaron la plantas de los pies un pequeño choque eléctrico paso por mi espalda, sentí que mis pulmones de llenaban de llanto y mi voz en el silencio temblaba como si fuese imposible decir una palabra.
- Pe...pe...pero ¿por qué? - balbuceé
- Marco con tu actitud no me das la confianza de un profesional, que es un requisito básico para trabajar acá. Te pagaremos las vacaciones que te debemos y el mes de desahucio que se establece en la ley. Ten, necesitamos que nos firmes esta carta de desvinculación, tu finiquito estará a fin de mes.
Tome la carta con mis temblorosas manos y comencé a leerla. Una terrible sensación de angustia llenaba mi corazón:
- Pe...perfecto, aquí esta firmada, créeme que ha sido un agrado trabajar contigo y en esta empresa – dije en un tono casi llorando y cumpliendo a la vez con cierta diplomacia pero en verdad sólo quería salir y ponerme a llorar de la impotencia que estaba sucediendo.
Me estaban echando a la calle, a mi Marco Mas, el culto, el eficiente, el rápido, el único que le daba prestigio y altura a esta mediocre oficina de proyectos llena de limitados desafíos de segundo nivel con un magro equipo de ignorantes y arrogantes seudoprofesionales, liderados por un maldito fascista sin humanidad ni sentimientos... ¡¿Cómo chucha me pueden echar a mi?! ¡¿Qué mierda tiene en la cabeza este hueón?!
Salí de la oficina de Claudio, me dirigí a mi estación de trabajo , tome mis discos, mi papeles personales, mis revistas de arquitectura y mi tazón de la “U”. Todo cayó en mi bolso y al darme vuelta para salir, me encontré con mis tres compañeros que me miraban. Primero se aceró Lalo y Richard y me dijeron que lo sentían y que me fuera bien, pero yo sentía que lo decían con cinismo y alegría, mas me dio consuelo que se despidieran de mi.
Ximena me acompañó hasta el umbral de la puerta de salida, allí me dijo que lo sentía y que me agradecía que la hubiera ayudado pero que ella no podía hacer nada porque tenía a un niño que alimentar. Nos dimos fríamente la mano despidiéndonos, yo atravesé la calle , me compre una botella de agua mineral, prendí un cigarro y camine lentamente hasta mi casa.